martes, 26 de agosto de 2008

Las cosas que nunca cambiarán


Asistimos en estos días al reajuste de los discursos de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos. Allí manda mucho el votante, y mucho más la pasta, y por eso los responsables de campaña de los diferentes candidatos van limando sus "audacias" y, tras el fragor de las primarias, donde el quid es hacerse con el apoyo de los muy de dentro, hacen equilibrios para hacer una oferta atractiva al votante sin cabrear mucho al pagano que financia la campaña. Se trata, en definitiva, de ubicar las posaderas del candidato en el sillón del Despacho Oval y el fin justifica los medios.
Y en ese punto es donde es obvio que Obama no va a hacer o decir nada contra Israel, porque si no, adiós pasta de la banca judía y adiós voto judío; ni contra la industria armamentística, porque adiós a la pasta de la misma y a los votos de los de la Asociación Nacional del Rifle y ad lateres, que son un buen puñado y las matemáricas son las matemáticas. Y matizará su posición sobre la pena de muerte, no vayan a perder los votos de unos cuantos Sres. Smith, Jones o Andrews.
La propia candidatura de Obama es una medida de marketing: qué liberales somos que presentamos a un negro. Producto nuevo, paisa. Lo last de lo last.