viernes, 3 de abril de 2009

Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros...


Hoy hemos vuelto a ser testigos de que existen ciudadanos de primera y de segunda. Algo que vulnera el artículo 14 de nuestra Constitución ("Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social"), del que son garantes nuestros jueces y fiscales, pero que, precisamente, son ellos los que más lo quebrantan al actuar con poca ecuanimidad cuando se trata de aplicar las leyes a los que son como ellos.
Y digo esto porque esta mañana he sabido que el juez decano de Barcelona ha declarado por malos tratos, he visto en una fotografía cómo Su Señoría entraba libremente desde la calle, y he sabido después que también salía libre a comer (parece que esta tarde siguen las declaraciones).
De no ser Juez, esteseñor habría sido detenido anoche nada más poner su señora la denuncia, habría pasado la noche en los calabozos, y habría entrado esposado y sin asear al Juzgado, donde, tras tomarle declaración con leso respeto a su derecho a la presunción de inocencia, el Fiscal habría dirigido frente a él de forma automática una acusación con petición de cárcel y orden de alejamiento por dos años, y el Juez le habría aconsejado firmar una conformidad con la acusación, bajo compromiso de darle la condicional y bajo amenaza de que ir a juicio dería peor. Este es el día a día de los Juzgados que cualquier abogado ejerciente en el noble Turno de Oficio puede dar fe de lo que digo, sin enmendar una coma.
Pero hoy sí. Hoy ha sido distinto. Este señor es Juez. Y, por eso, no ha dormido en el calabozo, se ha podido duchar, y entrar en el Juzgado pulcro, aseado, libre, sin esposas ni guardias civiles custodiándole, y abogando por su inocencia.
No. Definitivamente no ha sido tratado como los cientos de hombres que visitan a diario los Juzgados como consecuencia de las denuncias de sus mujeres. No todos somos iguales. Hay unos más iguales que otros.
Me apena que esto pase con quien, como he dicho, deben velar por la igualdad, porque da la impresión de que has puesto a una zorra a cuidar las gallinas.
No me ha causado sorpresa alguna, pues, leer esta tarde que este Juez envió una carta recriminatoria al Jefe de los Mossos d'Esquadra, acusándoles de filtrar informaciones que desprestigiaban a los Jueces, tras publicarse en la prensa que una juez de Barcelona quiso saltarse un control de alcoholemia de la policía catalana. Porque, claro, no iba a recriminar a la Juez que intentó valerse de su puesto para librarse de la retirada de carnet y de la multa. ¿Para qué? Siempre es más fácil matar al mensajero.
Escúcheme, Señoría, porque se lo digo con el mayor respeto. Lo siento, pero esto no es un problema doméstico ni familiar, y usted sí tiene algo que decir. Tiene que explicar por qué a usted lo tratan distinto.
Como dirían los políticos, estamos ante un problema de ética y estética.
No quiero que nadie vea aquí una argumentación a favor de los maltratadores, líbreme Dios. Yo sólo recapacito sobre la desigualdad de trato que hay según quién seas, que es lo mnás injusto del mundo.
Y, aprovechando, propongo una reflexión sobre el ineficaz, automático y, a la vez, anticonstitucional sistema de protocolos, normas y enjuiciamientos que se han implantado en la lucha contra los malos tratos.
Foto: Su Señoría entrando en el Juzgado a declarar.

miércoles, 1 de abril de 2009

Los accidentes


Hace poco me recordaron el texto que a continuación añadiré, con el que, en su día, reí hasta que me dolieron todos los músculos del cuerpo.
Quien en su día me lo mandó aseguraba que era un caso verídico y que incluso había existido un proceso sobre dicho accidente en un Juzgado de Pontevedra. Pero, sinceramente, lo desconozco y lo dudo.
Todo ello no obstante, sea cierta o no, la historia es desternillante, y es la narración que un albañil gallego hace a la aseguradora del accidente que ha sufrido en la obra, al pedirle aclaraciones la compañía sobre el mismo, pues no entendían muy bien cómo podía haberse causado lesiones de tal índole.
Así que, sin más preámbulos, ahí va la (presunta) carta remitida por este albañil a la aseguradora:
"Excelentísimos señores:
En respuesta a su pedido de informaciones adicionales declaro: en el item nº 1 sobre mi participación en los acontecimientos, mencioné: "tratando de ejecutar la tarea y sin ayuda", como la causa de mi accidente.
Me piden en su carta que dé una declaración más detallada, por lo que espero que lo que sigue aclare de una vez por todas sus dudas.
Soy albañil desde hace 10 años. El día del accidente estaba trabajando sin ayuda, colocando los ladrillos en una pared del sexto piso del edificio en construcción en esta ciudad. Finalizadas mis tareas, verifiqué que habían sobrado aproximadamente 250 kilos de ladrillo. En vez de cargarlos hasta la planta baja a mano, decidí colocarlos en un barril y bajarlos con ayuda de una roldana que felízmente se hallaba fijada en una viga en el techo del sexto piso.
Bajé hasta la planta baja, até el barril con una soga y, con la ayuda de la roldana, lo levanté hasta el sexto piso, atando el extremo de la soga en una columna de la planta baja. Luego, subí y cargué los ladrillos en el barril. Volví a la planta baja, desaté la soga, y la agarré con fuerza de modo que los 250 kilos de ladrillos bajasen suavemente (debo indicar que en el item 1 de mi declaración a la policía he indicado que mi peso corporal es de 80 kilos).
Sorpresivamente, mis pies se separaron del suelo y comencé a ascender rápidamente, arrastrado por la soga. Debido al susto, perdí mi presencia de espíritu e irreflexivamente me aferré más a la soga, mientras ascendía a gran velocidad.
En las proximidades del tercer piso me encontré con el barril que bajaba a una velocidad aproximadamente similar a la de mi subida, y me fue imposible evitar el choque. Creo que allí se produjo la fractura de cráneo.
Continué subiendo hasta que mis dedos se engancharon dentro de la roldana, lo que provocó la detención de mi subida y también las quebraduras múltiples de los dedos y de la muñeca. A esta altura (de los acontecimientos), ya había recuperado mi presencia de espíritu, y pese a los dolores continué aferrado a la cuerda. Fue en ese instante que el barril chocó contra el piso, su fondo se partió, y todos los ladrillos se desparramaron.
Sin ladrillos, el barril pesaba aproximadamente 25 kilos. Debido a un principio simplísimo comencé a descender rápidamente hacia la planta baja.
Aproximadamente al pasar por el tercer piso me encontré con el barril vacio que subía. En el choque que sobrevino estoy casi seguro se produjeron las fracturas de tobillos y de la nariz. Este choque felizmente disminuyó la velocidad de mi caida, de manera que cuando aterricé sobre la montaña de ladrillos sólo me quebré tres vertebras.
Lamento sin embargo informar que, cuando me encontraba caído encima de los ladrillos, con dolores insoportables, sin poder moverme y viendo encima de mí el barril, perdí nuevamente mi presencia de espíritu y solté la cuerda. Debido a que el barril pesaba más que la cuerda, descendió rápidamente y cayó sobre mis piernas quebrándoseme las dos tibias.
Esperando haber aclarado definitivamente las causas y desarrollo de los acontecimientos, me despido atentamente."
Tiene miga el asunto.
Ilustración: El albañil tras el accidente.