miércoles, 20 de mayo de 2009

Los trajes de Camps y otras dádivas


Hoy ha declarado como imputado Francisco Camps porque, parece ser, un señor llamado "el Bigotes" le dijo que se pasase por Milano y se pillase los trajes que quisiera, y otro señor llamado Garzón, y que es juez, para quien no lo sepa, mantiene que esto fue en pago a ciertos favores.

Tiene narices que, tal y como esté el país (el de verdad, no el periódico) andemos todos preocupados por los puñeteros trajes, que, estoy seguro, le regalaron al señor Camps.

Las diligencias se instruyen por un presunto delito de cohecho, esto es, se intenta dilucidar si esos trajes se regalaron a cambio de algún favor prestado desde el cargo. O sea, que o se demuestra que Camps es un pringado que se ha venido por un puñado de trajes o la cosa quedará en agua de borrajas. Yo voto por lo segundo, porque Camps tiene cara de todo menos de "pringao".

Lo que me hace gracia es que Leire Pajín y otros muchos políticos, en vez de trabajar para solucionar los problemas (que para eso le pagan), anden estos días poniendo el grito en el cielo por el asunto de los trajes, cuando el tema de la dádiva a los políticos es, por desgracia, el pan nuestro de cada día.

Propongo un sencillo juego... Ponganse en el mes de Diciembre en la puerta del despacho de cualquier alcalde de cualquier pequeño pueblo, y contabilicen las cajas de vino, jamones de pata negra, cestas y otros regalos que reciben. Les aseguro que el valor de esos regalos supera el sueldo anual de muchos.

Y no digamos de la cantidad de prendas, joyas, complementos, viajes, aparatitos, móviles, ordenadores, entradas a eventos deportivos, etc. que reciben los políticos.

La mayoría, por supuesto, suelen ser regalos de gente que tiene con ellos vinculaciones. O sea, empresas adjudicatarias de obras y servicios.

Aquí todos pillan, así que, qué quieren que les diga, me parece de lo más normal (que no correcto, ojo) que a Camps le regalase el Bigotes unos trajes. Y, miren ustedes, con más estilo que el consabido Jamón de Jabugo 5J.

Por eso, me importan un carajo los trajes de Camps, y por eso Leire Pajín me parece una payasa, una imbécil y una demagoga.

Si tienen cojones los políticos, que hagan una Ley que les obligue a declarar (y a pagar impuestos, por supuesto, por esas donaciones) todo lo que reciben al cabo del año. Entradas de fútbol, a la Fórmula 1, viajes, comidas, prendas, regalos navideños... todo.

No lo verán estos ojos mortales.


Foto: Camps luciendo traje.

jueves, 7 de mayo de 2009

SGAE (Somos Grandiosos Afanando Euros)


No es la primera vez que hablo de esa pandilla de ladrones que militan bajo las siglas SGAE, y creo que al tema de cómo va la cosa en los conciertos me he referido también en alguna ocasión (es un tema sobre el que, como se dice en mi profesión, tengo "conocimiento de causa suficiente", pues llevé durante mis años de estudiante universitario las relaciones con la SGAE del Club de Música y Jazz San Juan Evangelista), Colegio Mayor en el que, a la sazón, vivía un servidor, mal alimentado de cuerpo, mas bien alimentado del alma.
Pero, el asunto ha vuelto a la palestra informativa con ocasión del caso del concierto benéfico que dio David Bisbal en esta mi tierra a favor de un niño que se llama Juanma y que tiene Síndrome de Alexander (mala cosa cuando a una enfermedad se le pone nombre de persona, porque es indicativo de que es algo jodido y, en la mayoría de los casos, con un tratamiento caro de narices). Y, ¿qué quieren que les diga? El cuerpo me ha pedido marcha, hasta el punto de volver a la acción (sé que, aunque sólo Laura me ha pedido "con acuse de recibo" que lo rompa, todos, querido público, vivíais con desasosiego en vuestros corazones).
Creo que una raza que se está degradando a pasos agigantados es la de los "tertulios". Aunque hay algunos de calidad, en la mayoría de los casos son gente con poca formación, menos criterio y mucha osadía para abordar con igual vehemencia una charla sobre psicología o sobre física nuclear (aprovecho para ofrecerme como tertulio de alta calidad para cualquier cadena que se precie y que pague bien). Y, desde luego, no iba a ser menos el tema de la SGAE y el concierto benéfico, en el que la gente anda algo perdida.
Como preámbulo, creo adecuado explicarles cómo va lo de los conciertos. Para que un concierto se autorice hay que pedirle permiso a la SGAE (¡¡¡manda huevos!!!), a la que hay que hacerle una declaración con el aforo de la sala (ya sea café-teatro, auditorio, estadio de fútbol o "espacio escénico") y los precios de las localidades.
Y hay que llevar las entradas (los tacos, vamos) para que los señores de la Bendita Sociedad los "contraseñen" (mediante un perforado que se hace con un troquel, en la mayoría de los casos).
Pero, como la SGAE se lleva, por todo el puto morro, el 10% de la recaudación (más 16% de IVA, esto es, un 11'6% de la recaudación), y no se fían ni de Cristo (cree el ladrón que todos son de su condición), para que te "contrseñen" las entradas, es requisito sine qua non haber ingresado, en efectivo o mediante aval, ese 11'6% de la hipotética recaudación que habría de venderse todas toditas las entradas.
Una vez pasado el concierto, vuelves con los tacos de entradas que no has vendido, te hacen la liquidación final (11'6% de la recaudación real, pero bruta) y te devuelven el 11'6% de lo que no se ha vendido (o el aval, previo pago de lo que te toque pagar).
Así son las cosas y así se las he contado.
Pues ese depósito previo fue el que tuvieron que hacer los padres del niño enfermo a cuyo favor se hacía el concierto (parece que ellos pusieron un aval), y ese 11'6% de la recaudación es lo que tuvieron que pagar a la SGAE (que ahora recula y dice que va a donar). ¿Pensamos lo mismo? Sí, más morro que Espinete.
Pero es que la cosa va más allá. A los conciertos va un inspector de la SGAE que toma nota de los temas que se cantan (en teoría, para que ese 11'6% que se lleva la SGAE se reparta entre los autores de los temas que se interpreten).
Pues les juro por mis muertos que he asistido como organizador a decenas de conciertos de blues, jazz, flamenco, new age... y que muchas de las canciones que allí se interpretaban o eran de autores extranjeros (a los que, me lo confirmaron ellos, la SGAE no les paga ni un euro); y otras muchas (sobre todo en los conciertos de flamenco) eran de autor desconocido o populares (y les aseguro que ese 11'6% tampoco ha llegado al pueblo que dio a luz esas coplillas).
O sea, que los de la SGAE se llevan su 11'6% de la recaudación bruta (aunque el organizador palme dinero) de todos y cada uno de los conciertos que se organizan en España, y sólo una ínfima parte de esto llega a los autores que componen las canciones que allí se tocan.
El resto, se lo gasta la SGAE en megasueldos de sus directivos, sedes palaciegas, campañas de imagen a favor de quienes les paniagua, cócteles estupendos con muchos y caros canapés y mucho boato.
Son una pandilla de ladrones.
Foto: Pepe Jazzman en acción. Era "nuestro" espontáneo, y saltaba a mitad del concierto de su butaca al escenario del Johnny para cantar blues en clave flamenca, dejando a los músicos "con las ruedas p'arriba", lo que se acentuaba cuando luego bajaba a camerinos y les regalaba una cinta y les explicaba los compases de los distintos palos del flamenco. Descanse en paz. Sirva como tardío homenaje la publicación de su foto en este blog.